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martes, 3 de enero de 2012

¿Y si ya no queda nada que perder?


Una noche se levantó del sofá y decidió ir en busca de rock and roll. Se puso los Levis, una camisa de botones y salió por la puerta sin dar explicaciones a mamá. Se peinó en el ascensor y pisó la calle con su ego de la mano.
Aterrizó en un bar cualquiera y pidió una copa. Después de esa vinieron más, pero no es elegante contarlas. Fumó un cigarro tras otro, dejando sus penas en el cenicero y dejando que el humo formara nubes sobre su cabeza.
Salió del bar y se dispuso a encontrar alguna distracción. Confundió las farolas con la luz de la luna y caminó por la avenida como si fuera la vía láctea.
Se dirigió por inercia a esa calle que conocía tan bien y se sentó en el suelo, bajo una ventana blanca. Quiso gritar el nombre de ella, pero no se acordaba ni del suyo. Esperó durante un largo rato, por si por casualidad ella se asomaba. Pero no tuvo el coraje para tocar en su puerta y preguntarle si querría bailar con él una vez más.

2 comentarios:

Juan Pardo dijo...

Un placer volver a leerte.La realidad y el deseo entreverados de miedos, se reflejan en tu ágil texto.Un abrazo.

Sil dijo...

Muchas gracias por tu comentario:)